Como la
Fundación Maeght ha montado una gran exposición antológica de Eduardo Arroyo,
coincidiendo con su 80 aniversario, que se exhibe actualmente en su sede de la
Costa Azul, es una buena ocasión para ocuparse de este pintor y escultor.
Los cuatro dictadores,
1963, Museo Reina Sofia
Este cuadro
representando, respectivamente, a Franco, Mussolini, Salazar y Hitler, le dio una
fama temprana. La consiguiente retirada de su pasaporte español le permitió
disfrutar de la vida parisina hasta la muerte de Franco.
Como Arroyo
también es escritor, en pintura adoptó el estilo de la figuración narrativa -en
contra de la corriente abstracta predominante en los años sesenta- y, como buen exiliado, entre los
temas que abordó, España ocupó naturalmente el primer
lugar.
La mujer del minero
Pérez Martínez llamada Tina es rapada por la policía, 1970
Este cuadro
-escogido por la Fundación Maeght como “imagen” de la exposición de 2017-
ejemplifica las claves de la pintura de Arroyo: utilización de formas simplificadas
y colores planos -como en el pop art-
para “narrar” una determinada “realidad” (pero no cualquier “realidad” a
diferencia de, por ejemplo, el por art
de Andy Warhol) como, en este caso, la represión policial de las huelgas
mineras asturianas de 1970.
Y, como
veremos seguidamente, la ironía es uno de los fundamentos de las narraciones de
Eduardo Arroyo.
El caballero español,
1970, Centro Pompidou
¿Qué mejor
manera de desmitificar al caballero
español que representarlo con bata de cola y en posición amanerada?
Carmen Amaya fríe
sardinas en el Waldorf Astoria, 1988, Museo Reina Sofía
O, cambiando
de tercio, rememorando el episodio en el que la gran bailaora y cantaora Carmen
Amaya, necesitando imperiosamente alimentarse de sardinas fritas, no tuvo otro
remedio que utilizar como sartén el somier de su cama en el Hotel Waldorf Astoria
de Nueva York.
Le retour des
croisades, 2017, Fondation Maeght
O, en fin,
imaginar la analogía entre un picador cansado y un caballero cruzado volviendo
derrotado de Tierra Santa tras un largo camino descrito con las postales de sus
mejores paisajes.
Y si a un
exilado le duele (y/o le cabrea) España es inevitable que mire a sus
predecesores. En esa tesitura Arroyo eligió a José María Blanco White, coincidiendo en
ello con Juan Goytisolo, y a Ángel Ganivet. Para representarlos optó por la
elipsis.
José
María Blanco White se sent observé pres de Cock Lane, 2017, Fondation Maeght
En toda la
serie de cuadros que le dedicó, Blanco White, que era todo un caballero, está
representado como un maniquí de medio cuerpo vestido con camisa, chaleco y
pajarita perseguido por un sabueso.
Suicidio
de Ganivet, 1978
Y en la serie
dedicada a Ganivet, del cónsul en Riga solo aparecen unos pies vestidos con
unos lustrosos zapatos a punto de desaparecer en el río Duina.
Tras volver a
España en la obra de Arroyo comienzan a aparecer moscas. Sea porque, debido al
calor, están más presentes en la realidad española que en la francesa o porque
en España son entes a la vez inevitables e
indeseables, esos insectos cobran importancia en una obra con una creciente
vertiente escultórica.
Jarrón, 2006, Fondation
Maeght
Las moscas de
Arroyo tienen el cuerpo amarillo, la cabeza negra y las alas y patas blancas.
Se hicieron famosas a partir de la instalación en la plaza de
Puerta Castillo de León en abril de 2011 de un enorme
moscón de 280 Kg sobre la pared de una antigua iglesia junto a la
muralla y 20 moscas sobre un entramado metálico en forma de
tela de araña en el interior del “vánitas” del arco de la muralla. El
unicornio colgado de una grúa en la propia plaza también es obra de Arroyo.
¿Sera verdad,
como propone Arroyo, que en España cada vez hay más moscas?
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