Hasta el
siglo XIX los artistas españoles solo podían demostrar su admiración por Las
Meninas de Velázquez haciendo copias
más o menos respetuosas de la obra del maestro como la realizada por Goya que
se muestra seguidamente a su lado.
En el siglo
XX Picasso dispara la meninofilia al
dedicarse exclusivamente durante varios meses en 1959 a pintar 44 “variaciones”
del cuadro de Velázquez o de alguno de sus personajes que hoy pertenecen al
Museo Picasso de Barcelona.
En esas
"variaciones", haciendo un ejercicio de metapintura, Picasso utiliza un lenguaje
esencialmente cubista, realzando determinados elementos compositivos y
alterando, en su caso, el papel que juega en el cuadro cada uno de sus
personajes.
En este caso
engrandece de manera notable al pintor y desfigura las imágenes de los reyes en
el espejo. Para Picasso el rey no es Felipe IV sino Velázquez.
En estas dos
variaciones Picasso lleva al límite sus interpretaciones cubistas pero mantiene
a la Infanta Margarita como la figura central al igual que en el original.
Picasso
también realizó variaciones de alguno de los personajes del cuadro y en
particular de la Infanta Margarita.
Para
comprender el éxito de las variaciones de Picasso basta contemplar la siguiente
obra del artista pop británico Richard Hamilton, titulada Las Meninas de
Picasso, que se expuso en el Museo del Prado en 2010.
En un
ejercicio de metapintura al cuadrado, Hamilton pone a Picasso en el lugar de
Velázquez (sustituyendo, claro está, la cruz de Santiago por la hoz y el
martillo) y los personajes del cuadro (salvo el de la Infanta Margarita) ya no
tienen sus propias caras sino las de unos personajes picassianos.
Estando ya
bien consolidada la meninofilia, la
obra de Manolo Valdés sobre el tema, tanto pictórica como escultórica, le ha
dado una dimensión popular considerable.
Esta es una
escultura suya instalada en una plaza de Alcobendas en el año 2000 y las
mostradas seguidamente son esculturas instaladas temporalmente en la Plaza
Mayor de Valladolid en 2008 y que también han sido expuestas en otros lugares.
Las meninas
de Valdés -pues así se las llama-, que han alcanzado un carácter icónico
indudable, proceden de la Infanta Margarita de Velázquez como se muestra
seguidamente.
Y en la
ideación de ese icono, Valdés, siendo fiel al original, ha optado por unas
formas acampanadas que lo alejan de otras alternativas y, en particular, de las
formas cubistas de Picasso como se muestra seguidamente.
Lo curioso
del caso es que las meninas de Valdés no representan en rigor a las verdaderas
meninas del cuadro de Velázquez que son las dos jóvenes que atienden a la
Infanta Margarita (dos personajes históricos reales: Isabel de Velasco y María
Agustina Sarmiento de Sotomayor) sino a la propia Infanta. De hecho, según el
Diccionario de la Real Academia una menina es “una niña de familia noble que
entraba en palacio a servir a la reina o a sus hijas”.
Así pues, con
las meninas de Valdés también se ha creado un nuevo significado para la palabra
“menina”: representación pop de una mujer vestida a la moda de la corte
española del siglo XVII (como las que aparecen en el cuadro Las Meninas de
Velázquez).
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