Esteban
Vicente, The rise, 1989
Los dos
cuadros anteriores están instalados en la Moncloa, desde que la ocupa Mariano
Rajoy, en un salón destinado a recibir visitas y suelen aparecer en las fotos detrás
de unos sillones blancos en los que se sientan el Presidente y sus invitados.
Forman parte
de ese tipo de imágenes que todo el mundo juraría haber visto alguna vez sin
poder precisar donde porque, lógicamente, quien mira esas fotos se fija más en
los personajes que en el escenario del encuentro. Por lo demás, su naturaleza
abstracta probablemente dificulta su recuerdo.
José
Guerrero, Serie Sur con Rojo, 1981-82
Este cuadro
también está instalado en la Moncloa, concretamente en el despacho del
Presidente, lo que revela el gusto de Mariano Rajoy por el expresionismo
abstracto al elegir para su residencia, de entre las disponibilidades del Museo
Reina Sofía, obras de dos grandes pintores españoles encuadrados en esa
corriente pictórica norteamericana.
A diferencia
de su praxis política, regida por los dictados del sentido común, la
razonabilidad y la estabilidad, en materia estética Rajoy huye del realismo. En
presencia de las manchas flotantes de color de esos cuadros los visitantes del
Presidente están, desde luego, en mejores condiciones para hacerle caso que si
el Palacio de la Moncloa estuviera decorado con pinturas históricas o con
retratos de políticos. Permiten entrar en materia directamente sin necesidad de
detenerse en ellos y su naturaleza abstracta impide que los contertulios se
distraigan.
En el
Congreso de los Diputados, sin embargo, la “política estética” es inexplicable.
Antonio
Tapies, Jeu de Paume, 1994
Frente a esta
litografía del Congreso de los Diputados se han situado recientemente varias
parejas de políticos para posar ante los fotógrafos tras celebrar reuniones
dirigidas a alcanzar pactos de legislatura.
El Jeu de
Paume era una sala del Palacio de Versalles donde el 20 de Junio de 1789 se
reunieron los diputados del tercer estado e hicieron el siguiente juramento [...] De no separarse jamás, y reunirse
siempre que las circunstancias lo exijan hasta que la constitución sea aprobada
y consolidada sobre unas bases sólidas”.
Hay que
entender, pues, que un pacto rubricado frente al cuadro de Tapies tiene al
menos la voluntad de ser un pacto sólido.
Martín
Chirino, La raíz del viento, 2004
Pero resulta
que, alternativamente, esos pactos también se han solemnizado ante esta otra
litografía lo que nos llevaría a pensar que sus propios firmantes aceptan que
se los pueda llevar el viento.
Y en el colmo
de la incoherencia incluso se han visto fotos de los mismos firmantes ante esos
dos cuadros.
Si el
Congreso de los Diputados quisiera evitar esos equívocos lo tiene muy fácil: habilitar
una sola sala de posado de firmantes de pactos por la siguiente obra, que ya
está en su poder tras haber sido cedida por el Museo Reina Sofía en 2016.
Juan
Genovés, El abrazo, 1988
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