jueves, 29 de junio de 2017

Política






                                                   Esteban Vicente, Inside, 1987

 
                                        Esteban Vicente, The rise, 1989


Los dos cuadros anteriores están instalados en la Moncloa, desde que la ocupa Mariano Rajoy, en un salón destinado a recibir visitas y suelen aparecer en las fotos detrás de unos sillones blancos en los que se sientan el Presidente y sus invitados.
Forman parte de ese tipo de imágenes que todo el mundo juraría haber visto alguna vez sin poder precisar donde porque, lógicamente, quien mira esas fotos se fija más en los personajes que en el escenario del encuentro. Por lo demás, su naturaleza abstracta probablemente dificulta su recuerdo.


 
José Guerrero, Serie Sur con Rojo, 1981-82

Este cuadro también está instalado en la Moncloa, concretamente en el despacho del Presidente, lo que revela el gusto de Mariano Rajoy por el expresionismo abstracto al elegir para su residencia, de entre las disponibilidades del Museo Reina Sofía, obras de dos grandes pintores españoles encuadrados en esa corriente pictórica norteamericana. 
A diferencia de su praxis política, regida por los dictados del sentido común, la razonabilidad y la estabilidad, en materia estética Rajoy huye del realismo. En presencia de las manchas flotantes de color de esos cuadros los visitantes del Presidente están, desde luego, en mejores condiciones para hacerle caso que si el Palacio de la Moncloa estuviera decorado con pinturas históricas o con retratos de políticos. Permiten entrar en materia directamente sin necesidad de detenerse en ellos y su naturaleza abstracta impide que los contertulios se distraigan.
En el Congreso de los Diputados, sin embargo, la “política estética” es inexplicable. 

 
Antonio Tapies, Jeu de Paume, 1994

Frente a esta litografía del Congreso de los Diputados se han situado recientemente varias parejas de políticos para posar ante los fotógrafos tras celebrar reuniones dirigidas a alcanzar pactos de legislatura.
El Jeu de Paume era una sala del Palacio de Versalles donde el 20 de Junio de 1789 se reunieron los diputados del tercer estado e hicieron el siguiente juramento [...] De no separarse jamás, y reunirse siempre que las circunstancias lo exijan hasta que la constitución sea aprobada y consolidada sobre unas bases sólidas”. 
Hay que entender, pues, que un pacto rubricado frente al cuadro de Tapies tiene al menos la voluntad de ser un pacto sólido.

 
 Martín Chirino, La raíz del viento, 2004

Pero resulta que, alternativamente, esos pactos también se han solemnizado ante esta otra litografía lo que nos llevaría a pensar que sus propios firmantes aceptan que se los pueda llevar el viento.
Y en el colmo de la incoherencia incluso se han visto fotos de los mismos firmantes ante esos dos cuadros. 
Si el Congreso de los Diputados quisiera evitar esos equívocos lo tiene muy fácil: habilitar una sola sala de posado de firmantes de pactos por la siguiente obra, que ya está en su poder tras haber sido cedida por el Museo Reina Sofía en 2016.

 

 Juan Genovés, El abrazo, 1988

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