sábado, 14 de septiembre de 2019

El séptimo arte



El séptimo arte
¿Qué otorga a una obra audiovisual la categoría requerida para ser exhibida en un museo de arte contemporáneo?
Si se trata de una obra de video-arte del tipo de las creadas por, por ejemplo, Bill Viola o Daniel Canogar no hay duda alguna, pero ¿que sucede con las películas?
Fotograma de la película Aguaespejo granadino de Jose Val del Omar, 1953-1955
Fotograma de la película Fuego de Castilla de José Val del Omar, 1958-1960
Como se dice en el catálogo de una de las exposiciones que le ha dedicado el Museo Reina Sofía: La obra de Val del Omar de carácter poliédrico, visionaria y rica en matices, es el resultado de sus facetas de inventor, poeta visual y cinemista. El artista acuñó este neologismo para aunar la actividad del alquimista junto con la del cineasta y definir así su original aproximación al cine: a través de la investigación tecnológica y de una estética experimental propia. 
                             Fotograma de la película Segunda Vez de Dora García, 2018, 94’
También tienen cabida, para el Reina Sofía, películas sin distribución comercial como Segunda Vez, un largometraje construido a partir de cuatro mediometrajes –que pueden mostrarse como episodios separados o conformando una unidad–, en los que el pensamiento del intelectual argentino Oscar Masotta (1930-1979), polifacético y esencial en numerosos frentes, funciona como hilo conductor. Masotta introdujo el psicoanálisis lacaniano en Argentina, México y España, teorizó sobre los medios de masas desde la semiología y el estructuralismo, fue crítico literario, impulsor de la vanguardia argentina y marxista heterodoxo. Su temprana desaparición y su constante marginalidad, motivada por la heterodoxia de sus teorías y por su distanciamiento con respecto a la figura dominante del intelectual orgánico, le relegaron al desconocimiento general y a la condición de mito entre artistas y especialistas. En sus cuatro episodios, Segunda Vez explora quién era y qué representaba Oscar Masotta, con especial atención a las estrategias de metaficción y reiteración.
Fotograma del vídeo una y otra vez de Sara Ramo, 2019, 10’
Y también lo hacen videos elaborados para proyectos expositivos concretos como de la exposición Lindalocaviejabruja de Sara Ramo que presenta un evento teatral donde la cortina permanece a medio levantar, permitiéndole ver sólo lo que sucede de mitad para abajo. La imprevisibilidad de la acción sobre el escenario devuelve la fantasía. La cortina está compuesta por piezas viejas de tela, manchadas y usadas, un mosaico de ropa descartada que no tiene nada en común con el aura portentosa de los tradicionales terciopelos. Algunas escenas del video muestran, por ejemplo, un títere que repite el gesto de golpear a su mujer con un bate de madera -como suele ocurrir en el espectáculo "clásico" de Punch and Judy, cuyos orígenes se remontan a la commedia dell'arte italiana del siglo XVI- o la insinuación de una bruja, que evoca una hoguera sólo para ser consumida por ella.
  Fotograma de la película El Barro de la Revolución de Paloma Polo, 2019, 2h 35’ 
La película El Barro de la Revolución está incluida en la exposición del mismo nombre que puede verse actualmente en el Centro de Arte Dos de Mayo. Según se dice en el programa “…  se desarrolla en el bosque tropical filipino y da cuenta, sin el mandato habitual de la cámara, de las actividades militares, sociales, políticas, afectivas y educativas de una de las unidades guerrilleras a la que Polo es adscrita como una compañera más. Un proyecto compartido, pleno de camaradería revolucionaria, que va conformando un relato en el que la cotidianidad de los deberes y las urgencias diarias adquieren una extremada relevancia política y poética. En suma, y desde nuestra perspectiva como espectadores, somos una vez más interpelados sobre la condición indisoluble de lo íntimo y personal en la esfera de lo político.”
A la vista de lo dicho, parece que lo que le otorga a una película o vídeo el carácter de obra de arte apta para su exhibida en un museo ya no es lo de tener la estética propia de las películas de Val del Omar (o cualquier otra definición que la distinga de los documentales que pueden verse en la  2) ni tener una duración no demasiado larga para facilitar su visión durante la visita al museo sino la reivindicación de su autoría por una sola persona que tiene reconocida la condición de artista.

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